MUSEO AL AIRE LIBRE

Al recorrer Cartagena, se van develando las joyas que guarda este cofre en pleno Caribe colombiano. Por muy pausado que sea el andar dentro de la Ciudad Vieja, los pies terminan cansados, pero para el cuerpo entero, están dispuestas siete plazoletas, desde cuyas bancas se pueden apreciar no solo la joya de la corona del turismo en Colombia, sino el devenir del pueblo cartagenero: Los Coches, La Aduana, San Pedro Claver, San Diego, Madrid Fernández, Santo Domingo y el parque Bolívar.
Son verdaderos oasis, después de adentrarse por las imponentes iglesias, testigos mudos de épocas de opresión cuando la cruz y la espada dominaban todo un continente. Imperdonable resultaría pasar de largo por las iglesias coloniales de San Pedro Claver, Santo Domingo, Santo Toribio, San Diego y la Catedral, que son tan solo una muestra de la riqueza histórica de esta ciudad heroica que sobrevivió al sitio al que fue sometida en 1815 por los españoles y a las torturas y hogueras de la Santa Inquisición.
Dado que es larga la lista de los lugares de visita recomendada, los obligados son, precisamente, el Palacio de la Inquisición, la Casa del Marqués de Valdehoyos, el Museo Naval y el Museo del Oro. Claro está que hay una docena más de mansiones transformadas en lugares abiertos al público.
Sin importar el cansancio que pueda surgir, siempre hay que reservar energías para más, pues todavía es posible caminar sobre los terraplenes de las murallas circundantes y, de paso, fijarse bien dónde se encuentran los sitios de visita obligada que anuncian las guías turísticas. Con un paisaje idílico que regala el mar Caribe a un lado y la Ciudad Vieja al otro, el caminante puede divisar los lugares para recorrer en la próxima jornada, como el mercado artesanal Las Bóvedas, el teatro Adolfo Mejía y el majestuoso castillo de San Felipe.
La Torre del Reloj es la puerta de entrada y de salida al “Corralito de Piedra”, que da paso al Camellón de los Mártires, un bulevar que honra a algunos héroes cartageneros y que desemboca en Getsemaní, un barrio construido por la clase obrera y que, hoy por hoy, es un hito turístico repleto de vida y casas históricas, convertidas en hoteles, restaurantes y bares, y frecuentado principalmente por turistas jóvenes. El corazón de este enclave es la Iglesia de la Santísima Trinidad, a cuya plazoleta acuden artistas, artesanos y curiosos para sacarle el máximo provecho a la estadía en Cartagena de Indias.
En este corto espacio, quedan varios lugares de visita recomendada por fuera. No obstante, es obligación visitar el Muelle de los Pegasos, con su Centro de Convenciones, y en la antípoda de este lugar, la Ermita del Cabrero, junto a la casa-museo de Rafael Núñez. Es el abrebocas para ir a tirarse a pierna suelta sobre las playas de Bocagrande, el balneario marino más importante de Colombia, o las más calmadas de Castillogrande.
Empero, aquí no termina el periplo turístico, pues más tarde habrá que conquistar el cerro de La Popa, que se distingue por la blanca construcción que lo corona, que acoge un museo de arte colonial y también sirve de mirador. Tampoco sobra un paseo lento por el barrio Manga para observar algunas casonas que conservan sus fachadas