EL ALMA DE BAHÍA SOLANO

Entre la Serranía de Baudó y el indómito Pacífico, se encuentra este exuberante lugar que se ovilla con nudos entretejidos por una copiosa vegetación selvática que extraña e irremediablemente sucumbe ante el embrujo del mar. Una exótica mezcla hecha de playas únicas y solitarias, de ríos cristalinos, de un reservorio de flora y fauna únicas en el planeta, de tortugas, ballenas y delfines, ciudadanos ilustres que vienen y van, a este santuario que pareciera extraído del mismísimo paraíso perdido.
Con lluvias que la bañan gran parte del año y un clima propio de selva húmeda tropical, a Bahía Solano hay que caminarla sin prisas, conocer su cultura contada por sus propios habitantes, probar sus viandas hechas de pescados, coco y otras apetitosas frutas tropicales. Y luego sí, adentrarse a conocer sitios como El Valle, hecho de pescadores y artesanos, con sus playas del Respingue o iniciar travesías para conocer las cascadas del Tigre, los ríos místicos y lugares que solo tienen cabida en la imaginación. O adentrarse en las Playas El Almejar con sus tortugas y sus visitantes de paso que buscan sus olas para surfear como queriendo alcanzar los cielos o adentrarse en las profundidades del mar. Visitar Nuquí y sus pescadores y su paisaje diseñado para el ecoturismo. O deambular por las más de 50 mil hectáreas que conforman el Parque Nacional Natural Utría, hecho de manglares, fauna y flora acuática y terrestre y de todos aquellos adjetivos que solo tienen resonancia aquí, en este edén escondido que hoy nos muestra su majestuosidad eterna, infinita, perpetua.