BOYACÁ

Y es el destino de esta temporada, gracias a que su belleza paisajística sin igual y su vocación agrícola y artesanal son muy fáciles de alcanzar desde cualquier lugar del país, máxime en momentos en que todos merecemos una urgente escapada. Viñedos; cultivos de papa, trigo y olivos; aguas termales por doquier; zonas carboníferas; artesanías preciosas; sitios arqueológicos que dan cuenta de la prehistoria; elevados espejos de agua… en fin, mucha cosa bonita se resume en esta inmensa tierra de labranza que abarca, ¡quién lo creyera!, desde el profundo río de la Magdalena hasta el hermano país de Venezuela, atravesando media patria y, de paso, abarcando todos los pisos térmicos desde el más caliente hasta las nieves perpetuas.
Puente de Boyacá
A casi todo colombiano le pasa. Cuando de adulto visita este lugar por primera vez queda decepcionado, pues siendo niño en la escuela, la primera clase de historia resaltaba la importancia del Puente de Boyacá. Entonces, la imaginación pueril se inventaba que este puente era una inmensa estructura; y descubrir que es un puentecito diminuto –y eso que el original era apenas un par de tablas tendido sobre un arroyo– genera cierta desazón. No obstante, al ver el inmenso parque verde que circunda este Monumento a la Patria, se reconcilia y más aún cuando cae en cuenta de su importancia histórica al recrear esa batalla ocurrida el 7 de agosto de 1819, cuando el humilde ejército criollo, comandado por Simón Bolívar, derrotó a los arrogantes españoles, declarando así la independencia de esta parte de la América india.
Virgen de Chiquinquirá
Se le conoce como la Patrona de Colombia y para los católicos es casi imperdonable no hacer un alto en el camino de sus vidas para visitar a su amada Virgen de Chiquinquirá. Cuentan los antepasados que a una indígena, la virgen se le apareció plasmada en una pintura deteriorada y abandonada que recobró su brillo y esplendor. Eso sucedió hace más de cuatro siglos y, fue tanta la devoción, que en su honor se construyó una imponente Basílica, en donde se puede venerar la pintura, en el pueblo que lleva su mismo nombre y que más allá de recibir peregrinos de todos los rincones del país, ha sido visitada, como un deber supremo, por los Papas que han visitado el país.
Tunja
A 2.820 m.s.n.m. y, a tan solo dos horas por una excelente carretera desde Bogotá, se levanta la capital del departamento de Boyacá. Ciudad fría, dueña de secretos que se escondieron en el tiempo y que, desde su fundación en 1539, ha sabido conservar imponentes edificaciones coloniales, circundantes a la Plaza Bolívar, como la Catedral, la Casa del Fundador (convertida en museo), la Academia Boyacense de Historia y la casa-museo Juan de Castellanos, entre otras. Es una ciudad para caminarla a paso lento, y casi siempre el frío penetrante invita a enfundarse en una ruana para calentarse con una bebida humeante en un café de este Centro Histórico.
Villa de Leyva
Este hermoso pueblo colonial hace parte de los cinco poblados más lindos de Colombia, publicados en este mismo portal. Sin embargo, no es solo su riqueza arquitectónica lo que lo hace único. Es más bien, el rosario de alternativas de diversión y goce que se encuentran en sus alrededores. Es así que a la contemplación calmada de su plaza, iglesias, callejuelas y casonas hay que sumarles los recorridos en la periferia como Pozos Azules, el museo El Fósil, el observatorio astronómico El Infiernito y la cascada de La Periquera para rematar con una cata en el viñedo donde se destila el vino Marqués de Villa de Leyva.
Ráquira
A media hora de Villa de Leyva se encuentra este cálido y colorido pueblo, especializado en la elaboración de las más originales, coloridas y hermosas artesanías de arcilla. El plan es recorrer con toda la calma una a una las tiendas, y los talleres, para al final de la jornada escoger las piezas que en definitivamente merecen un espacio en casa: canastos, tejidos, hamacas… Luego, al salir del pueblo, hay que aprovechar la cercanía del desierto de La Candelaria para echarle un vistazo a esta enigmática tierra rojiza en plenos Andes.
Tibasosa
La quietud de este frío y bello pueblo colonial adornado con flores de mil colores y gobernado por años por un séquito de mujeres, de pronto se ve interrumpida por un grupo de viajeros que sigue de largo hacia el parque de aventuras Guátika, para sacar toda la adrenalina en toda una amalgama de actividades extremas que se pueden realizar, allí, un kilómetro arriba del casco urbano. Igualmente el plan es darse una vuelta a pie por el parque, observar la bien conservada arquitectura de antaño y degustar las distintas preparaciones de helados, jugos o postres a base de feijoa, la fruta insigne de por aquí.
Monguí
A 2.900 m.s.n.m. se encuentra este pueblo, considerado por muchos como el más de hermoso de Boyacá. Quien se sienta en alguno de los cafés de la plaza principal, se encontrará con un mítico escenario que pareciera haber sido arrebatado del paraíso. Y tienen razón. Para comprobarlo basta con contemplar su Catedral hecha en calicanto, frente a una amplia plaza y sus hermosas calles sinuosas con casas de postal construidas en el siglo XVII y que, hoy por hoy, muchas de ellas, se han convertido en fábricas artesanales de balones.
Pueblito Boyacense
A las afueras de la ciudad de Duitama se encuentra este mini parque temático con cien casas que recrean los pueblos más lindos de Boyacá. Así que si sumercé (término muy boyacense) en un par de horas quiere conocer al mismo tiempo Monguí, Tibasosa, Villa de Leyva, Tenza, Ráquira, Sáchica y El Cocuy… simplemente, venga aquí y, de paso, deléitese con dulces, helados, postres y comida propia de Boyacá.
Termales de Paipa
Paipa es la capital turística de Boyacá, gracias a su excelente oferta hotelera que recibe a miles de visitantes cada año, los cuales llegan en busca de sus famosas aguas termales naturales. Varios hoteles cuentan con sus propias instalaciones de baños termales y al vapor, con unos planes maravillosos para relajar el cuerpo y de paso el alma. Es muy relajante ver el paisaje de campiña que se refleja en las quietas aguas del lago Sochagota, las villas construidas en sus laderas y el humo permanente que expele desde debajo la superficie paipana.
Pantano de Vargas
A tan solo siete kilómetros de Paipa se encuentra este lugar de importancia histórica para Colombia, pues aquí los criollos le ganaron una sangrienta batalla a los españoles, cuyo triunfo los animó a continuar hasta el Puente de Boyacá, para sellar allí la independencia. Este sitio, de orgullo patrio, está adornado por Los Lanceros, una majestuosa escultura que recrea a los aguerridos combatientes a lomo de caballo que sacrificaron sus vidas por deshacerse del yugo real.
Laguna de Tota
Esto sí que es realismo mágico. A 3.100 m.s.n.m. se encuentra este lago azul profundo de aguas demasiado yertas a las que se atreven solo los más aguerridos valientes. Lo mágico radica en sus playas que parecen más caribeñas, algo imposible en los altos Andes: arena blanca con un espejo de agua de varias tonalidades de azul. Con sus 55 Km2 es la laguna más grande de Colombia, donde se cultivan truchas arco iris que se pueden degustar en restaurantes del vecino pueblo de Aquitania. Hileras de sembrados de cebolla y campesinos de cachetes rojos como el sol ardiente del atardecer, adornan este bello escenario boyacense.
Iguaque
En este santuario de flora y fauna, ubicado arriba de Villa de Leyva, por el camino hacia el poblado de Arcabuco, se encuentra la laguna sagrada de donde emergió Bachué, la madre de la humanidad, según la mitología muisca. Los valientes que emprenden una caminata de más de cuatro horas para conquistar este páramo, ubicado entre los 2.800 y 3.800 m.s.n.m., encuentran una recompensa mítica de conexión con la madre naturaleza y con dioses que enseñaron a los antepasados a respetar y adorar el agua.
Nevado El Cocuy
Este lugar estará una y varias veces en este portal. En este caso, por ser uno de los destinos más apetecidos para todo montañista. Conquistar estas alturas por encima de los 5.200 m.s.n.m. implica enfrentar un frío y unos vientos penetrantes que calan los huesos y que se deben guerrear con valentía. Pero como todo, una vez lograda la meta, la satisfacción es incalculable y el premio mayor es el paisaje que se divisa desde allí: en primer plano, la nieve que interrumpe un rosario de lagunas y, al fondo, los Llanos Orientales.